martes, 15 de febrero de 2011

Pausanias, un viajero excepcional.

No son pocos los Pausanias que la historia nos ha legado. Probablemente los más famosos sean dos espartanos, ambos generales. El primero combatió durante las Guerras Médicas (490 - 479 a.C.) y fue su decidida táctica la que propició la victoria griega en Platea frente a los persas comandados por Mardonio. El segundo fue rey durante los años finales de la Guerra del Peloponeso (431 - 404 a.C) y se demostró partidario de una política moderada ante la derrota ateniense.  Pero también los encontramos en Macedonia. Más concretamente en las figuras del asesino de Filipo II (382 - 336 a.C.) y en un modesto rey de comienzos del siglo IV a.C. Sin embargo, existe un Pausanias que a mi me agrada más que ningún otro.

Se trata de un geógrafo, viajero e historiador del siglo II de nuestra era que vivió durante los reinados de Adriano (otro gran viajero si hemos de creer a Robin Lane Fox y su obra El mundo clásico), Antonino Pio y Marco Aurelio. Su obra más conocida, y tal vez la única, es la Descripción de Grecia un curioso tratado que ocupa diez libros. Pero antes de adentrarnos en su recorrido por la Hélade y lo que este significa para la investigación moderna hablaremos un poco de los orígenes de Pausanias. Se trata de un Lidio, al igual que Heródoto, lo que no es, en modo alguno, ninguna coincidencia. Asia Menor era un lugar de confluencias entre dos ámbitos inmensos de civilización; de un lado el mundo mediterráneo y de otro la rica y milenaria cultura oriental. Fue aquí, en Lidia y Jonia, donde comenzaron su andadura disciplinas tan significativas como la filosofía y la historia y lo hicieron por la confluencia de culturas que en ella se vivía. Una confluencia que estimuló la reflexión y el racionalismo más que en ningún otro punto del mundo antiguo.



Delfos, uno de los muchos lugares que Pausanias contemplo
durante el transcurso de sus viajes.


Pero, ¿habían cambiado las cosas en tiempos de los Antoninos? En cierta medida si, y en cierta medida no. Es evidente que el mundo que Pausanias descubrió en sus viajes a Grecia, el Próximo Oriente y Egipto no es el que Heródoto contempló cinco siglos antes. Pero tampoco se trataba de coger un avión y aparecer por el casco histórico de Antioquía o Alejandría. Las comunicaciones habían mejorado y la anterior división política se había superado. Además existía un elemento que aportaba una tremenda unidad frente a lo que se había observado durante el siglo V a.C. ; la lengua. El griego era, en ese momento, algo similar al inglés para nosotros, al menos en la zona oriental del Imperio Romano. Pero existía algo que se mantenía inmutable; la diversidad de culturas e identidades. El dominio de Roma fue el dominio de la política pero como bien dice Paul Veyne en un entretenido libro, Sexo y poder en Roma, la identidad romana nunca fue excluyente. Uno bien podía ser ciudadano del Imperio y fenicio. Roma no vivió ningún tipo de nacionalismo más allá de la exaltación militar. Ello, sin duda alguna, hubo de añadirle notable interés a los viajes de nuestro lidio.



El mundo romano en la época de Trajano.


En cuanto a la obra que se nos ha conservado parece ser que fue escrita tras este recorrido por Oriente pero antes de otro semejante en tierras italianas. Cada uno de sus libros aparece dedicado a una parte de Grecia aunque algunas, como Creta, aparezcan omitidas. Se trata, no obstante, de una auténtica guía de viajes lo que demuestra que este tipo de actividad económica, el turismo si así podemos llamarlo, tenía un importante mercado. Eran los tiempos dorados del Imperio Romano que vivía una paz duradera dentro de sus fronteras y una prosperidad económica notable. Este hecho, el que se trate de un catálogo, es el que reviste un mayor interés para nosotros, sobre todo en los campos de la arqueología y la historia. Gracias a Pausanias podemos poner nombre y autoría a muchas piezas que, de otro modo, permanecerían en la oscuridad. Además su testimonio resulta fundamental para las descripciones modernas que de otras se han hecho. Me acuerdo, por ejemplo, de las pinturas murales de Polignoto, La batalla de Maratón, La iliupersis o La Nékya, que gracias a Pausanias fueron reconstruidas en su esquema básico. Conocemos así un arte, el de la pintura mural en la Grecia clásica, que de otro modo habría desaparecido.



Una moderna reconstrucción de las pinturas de Polignoto.

Como podéis ver existen muchas formas de acercarse al pasado. Las fuentes literarias son una de ellas y, en estas, la literatura de viajes ocupa un lugar privilegiado.

Un saludo.  

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